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Mucho se quejan los estatistas de que el Capitalismo, entendiendo este como Libre Mercado, es la Ley de la Selva, refiriendo a esta como la Ley del más fuerte. Otra manera de decirlo es "la dictadura de los mercados".
Mucho se quejan los estatistas de que el Capitalismo, entendiendo este como Libre Mercado, es la Ley de la Selva, refiriendo a esta como la Ley del más fuerte. Otra manera de decirlo es "la dictadura de los mercados".
Lo que pasan por alto es que, precisamente, un mercado
se define por el hecho de que no se utiliza la fuerza, es decir, nadie está
obligado ni a comprar ni a vender. Cuando usted va al supermercado usted compra
si quiere la mercancía que quiere, no está
obligado a comprar una marca especifica ni una cantidad específica. Esto
en el mercado libre, porque en un mercado intervenido como Venezuela por
ejemplo, usted tiene comprar "lo que hay" y en cantidades
restringidas por el gobierno.
La pérdida de libertades viene acompañada
inseparablemente por una pérdida de mercado, todas las dictaduras comunistas
han acabado con el mercado. Por esto,
cuando los estatistas me dicen que vivimos en "La Ley de la Selva",
yo les digo que tienen razón, el Estado es el ente que impone su fuerza sobre
los ciudadanos, o bien coartando sus libertades civiles y/o económicas, o bien
esquilmando su riqueza. Erróneamente, proponen más Estado para resolver el
problema.
En la selva, los más fuertes o más inteligentes
(en definitiva, los que tengan mayor capacidad de adaptación al medio)
sobreviven y los que no, pues, fallecen. En el ámbito de las instituciones
políticas, por el contrario, los mediocres son quienes
dominan.
Habría que preguntarse cómo es posible que sean
los mediocres, aquellos fracasados en el ámbito privado, los que triunfan en la
política; preguntarse cómo obtienen aquellos que jamás han montado una empresa
(desde una venta de limonadas en una playa hasta una gran superficie) la
prerrogativa de legislar sobre la actividad empresarial, el poder de decirle al
ciudadano cómo, cuándo, dónde, de qué manera, puede o no montar un negocio.
Hay dos formas de acceder al poder: mediante la
fuerza, el llamado golpe de Estado, que está bastante pasado de moda en
occidente y el medio político, es decir, los partidos políticos y los procesos
democráticos. Gracias a ellos, los grupos organizados de mediocres consiguen imponerse
sobre la probidad, la decencia y la moral.
Este
problema ya lo avistaron tanto los artífices de la nefasta revolución francesa
como los fundadores de EEUU. Ambos, a pesar de tener una concepción diferente
de la relación Estado-Ciudadano, tenían claro que los partidos políticos
constituían una aberración y algo contra natura. Y les pusieron limites
tratando de evitar que los partidos secuestraran al Estado y convirtieran al
Estado de Derecho en lo que tenemos hoy en España: un Estado de Partidos como dice Antonio Garcia
Trevijano.
Esta dinámica de oda a la mediocridad no fuera
tan peligrosa si se quedara en el ámbito nacional del Estado respectivo, pero a
raíz del fin de la II Guerra Mundial se crearon una serie de instituciones
políticas que no hacen más que reproducir los vicios de los estados nacionales pero
a nivel internacional: ONU, BM, OEA, FMI, OPEP, etc.
Así, los partidos políticos y sus mediocres no
solo copan el poder nacional sino los internacionales, dejando sin salida a los
ciudadanos, los cuales muchas veces votando con los pies (migración) buscan
escapar de la mediocridad que todo lo carcome y vicia, que todo lo pudre y
degenera.
Las prácticas de buen gobierno, las tradiciones de convivencia, los valores y, por su puesto, las leyes, son hechas a un lado y en vez de esto, lo que se practica la mentira, la corrupción, el tráfico de influencias, el abuso de poder, y al corromper el derecho mediante la legislación se llega a la impunidad.
Las prácticas de buen gobierno, las tradiciones de convivencia, los valores y, por su puesto, las leyes, son hechas a un lado y en vez de esto, lo que se practica la mentira, la corrupción, el tráfico de influencias, el abuso de poder, y al corromper el derecho mediante la legislación se llega a la impunidad.
Aquí es donde los estatistas se equivocan, creen que el problema
es de "gestión", porque el problema no es que el Estado tenga muchas
funciones, sino que se despilfarra el dinero. No entienden que el dinero se
despilfarra porque el Estado tiene muchas funciones.
El Estado es coacción, el poder político
representa el obligar a los ciudadanos a hacer lo que la élite extractora
quiera. Como dice la Escuela de la Elección Pública, los objetivos de los
políticos son en primer lugar conseguir el poder, en segundo lugar mantener el
poder y por último, si él no puede que lo haga el partido.